Todos sabemos que los médicos trabajan fuera y dentro de la clínica, con una conducta higiénica ejemplar. 

En cambio, los coaches guardamos nuestros juicios y ayudamos a hacer crecer a las personas sólo cuando hacemos una sesión de coaching. Fuera de eso, somos personas: con opiniones, con voluntades, con valores, con ideas, con sueños, con virtudes, con defectos, con alegrías, con tristezas, con ganas de vivir

Este detalle no se debe olvidar.

Curiosamente, algunos coaches al ayudar a las personas, se creen que pasan a la categoría de dioses, y abusan mucho de su papel de coach. Algunas ocasiones me encuentro coaches que cuando no están en una sesión, siempre hablan como si fueran el cura de una parroquia; como como si fueran jueces del bien y del mal; como si fuera indispensable contar con su sabiduría a cada momento.

Antes que coach, me he formado como profesor, con una maestría, con formación complementaria en sistemas de la información, con habilidades de marketing, comunicación, liderazgo, etc. 

Todo ese valor, lo aporto como persona en cada una de mis relaciones, y me permite dar mi opinión constructiva de cualquier cosa que me rodea. Me cuesta entender cuando converso con algún coach que me pide no poner en duda ninguno de sus comentarios, como si no tuviera juicio como persona.


Creo que algunos coaches se han confundido de profesión, y deberían formarse para predicar alguna religión. Eso, o posicionarse en un nuevo segmento: el coach predicador. Mientras, yo creo y  comparto que los coaches lo somos en las sesiones de coaching. Fuera de eso, somos personas comunes y corrientes.

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