“Aquietarse y callar”

La creación de este mandala refleja claramente para mí la importancia del aquietarse y callar. Parte de la sanación de nuestras heridas requiere aquietar la mente, vaciarla de tanta carga y de tanta basura de pensamientos acumulados

, para dar espacio a nuestra conexión con nuestro Ser. Y por experiencia propia puedo decir que tanto la práctica de la meditación como de la creación de mandalas , que es una meditación activa, puede proporcionarnos ese aquietarse, ese callar interno.

Vivimos de manera acelerada, llenos de torbellinos de pensamientos y de emociones sin integrar. Pareciera que queremos tapar todo, seguir aparentando y no afrontar nuestros asuntos internos pendientes, nuestras sombras y nos llenamos de actividades sin darnos espacios de silencio. Así tarde o temprano terminanos estallando de alguna manera. Mi práctica regular de meditación en las mañanas, así como la creación de mis mandalas han sido en mi vida un apoyo vital para poder seguir caminando. Cuando por alguna razón no he podido hacerlo, o si estoy pasando por proceso internos fuertes, siento una necesidad imperante de recurrir a estas práctica y no saben cuánto bien me hacen, cómo me sostienen, me centran y me llenan de serenidad.

Estas prácticas tienen que ser integrativas, es decir que no cumplan la función de “huída”, moda o escape esotérico, sino que más bien nos ayuden a asentarnos en nuestro cuerpo, a integrar todos nuestros sentimientos y pensamientos para poder así volver al mundo y vivir en el mundo de una manera más auténtica e íntegra.

La rueda en colores verdes de sanación, gira en un movimiento de renovación, de generar y regenerar, movimiento necesario para poder ordenar y purificar el Alma. El desafío humano que todos tenemos de alcanzar la consciencia mediante el proceso de conocer nuestro propio lado oscuro y oculto, se vé reflejado en la cruz. Cruz de color azul en el centro representa para mí el resplandor de la quietud de la consciencia.

La presencia del número cuatro en mi mandala organiza, define y ordena. Mientras vamos sanando, vamos ordenándonos internamente y logrando así más equilibrio y armonía. Al ir transmutando nuestro interno (color violeta) vamos adquiriendo la capacidad de ver las cosas con claridad (color amarillo), llenándonos de energía e impulso para caminar con más determinación en nuestras vidas.
Y es en el silencio interior en donde podemos “mirarnos”, comprendernos, aceptarnos y amarnos. Entrar dentro es entrar en el misterio de uno mismo. Y mientras más vacío esté el canal más rápido podemos re-unirnos con lo Divino que vive y espera por nosotros.

Comparto con ustedes este texto hermosísimo del Padre Vinicio Rueda, sacerdote católico y practicante Zen, de su libro “El sendero del Zen” que conecta muy bien con este tema:
” CALLAR…
Callar es morir a muchos ruidos del Alma.
Callar es entrar en puntillas en el propio corazón.
Callar es esperar suavemente el encuentro con uno mismo.
Callar es aceptarse, aceptar a los demás, como es uno mismo, como son los otros.
Callar es abrir los ojos ante el misterio.
Callar es contemplarlo largamente, sin pestañar.
Callar es inclinar mansamente el corazón ante la sonrisa de los ojos de Dios.
Callar es decir SI con la vida, con la muerte.”

Finalmente les invito a que se regalen sus momentos de silencio y se entreguen a la práctica de la creación de mandalas o cualquier tipo de meditación que les ayude a retornar a su centro, a su Hogar!

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