Hijos de padres separados

¿Se separan los padres y se separan los hijos?

El hecho de que los padres no logren llevarse bien, vivan en conflicto y decidan separarse no quiere decir que también tengan que separarse de los hijos.

El hijo es producto de una decisión de los adultos; se requirieron dos personas para concebirlo, así mismo se necesitan dos para criarlo. La relación de dos personas que se separan no termina, se transforma, ya que existe un interés común: los hijos.
Los niños necesitan a ambos padres, necesitan el amor de su mamá y de su papá; sentirse orgullosos de ambos e identificarse con ellos. Es necesario, por tanto, que los hijos tengan el contacto más estrecho posible con ambos padres, aunque estos no estén ya juntos, e incluso convivan con otra persona.

Para ello es fundamental que los adultos puedan lograr claridad y comprender que ser padres es diferente a ser esposos o compañeros y que el mayor testimonio de amor a los hijos es manejar como padres una relación civilizada que permita acuerdos básicos para que cada uno continúe brindando amor, cuidado y satisfacción de las necesidades básicas de sus hijos.

El niño debe percibir de la manera más clara posible que se han quebrado los vínculos conyugales, pero que los vínculos parentales no están jamás en duda: el amor de los padres a los hijos debe permanecer intacto.

Efectos de la separación en los niños
Cuando los conflictos de pareja no dejan lugar a cada uno de los padres en la responsabilidad conjunta del cuidado de los hijos, todos los efectos psicológicos de ello se evidenciarán en los niños, dependiendo de la edad.

Cuando son muy pequeños, los niños sienten la tensión pero no pueden entender el conflicto. Aumentan la dependencia hacia los padres y sienten ansiedad cuando se separan de ellos. Pueden experimentar irritabilidad, rabietas, problemas para dormir, llanto, rechazo a la comida, retraimiento. Además, necesitan que los alcen en brazos más a menudo.

En los niños un poco mayores, a partir de los dos años, pueden presentarse además diferentes emociones y reacciones tales como conductas agresivas o frecuentes quejas y demandas.

También, regresar a conductas evolutivas ya superadas como pérdida del control de esfínteres o chuparse el dedo; inhibición en el juego; expresiones de autoculpa y solicitud explícita de que vuelva el padre que se ha ido del hogar. Además, pueden manifestar tristeza, enojo, llanto o temores ligados a fantasías de pérdida, a ser abandonados o quedar desprotegidos.

¿Qué hacer – Qué decir?
Muchos padres subvaloran las capacidades comprensivas de los hijos más pequeños y con el mito de evitan hablar de la separación o distorsionan con mentiras piadosas la información proporcionada, lo cual dificulta la elaboración del proceso de la separación o crea en los niños falsas expectativas. protegerlos del dolor
En una separación lo fundamental es que los padres, por medio de sus propias capacidades y la ayuda de las redes de apoyo de la sociedad, sean capaces de ayudarse y ayudar a los hijos a salir adelante en esta adversidad, a ser resilientes.
 

Dado que ante la separación de los padres es necesario que el niño aprenda a vivir y a asumir su realidad por dura que sea, se puede ayudar a los hijos a afrontar esta difícil situación para que logren un mejor y más rápido ajuste y adaptación a la nueva estructura familiar por medio de:
  • La información acerca de la separación, haciéndolo preferiblemente ambos padres. La explicación se debe hacer sin abordar detalles: que mamá y papá ya no se llevan bien entre ellos y que van a vivir en lugares diferentes, pero que ambos los seguirán queriendo igual después de la separación.
  • La clarificación de cuál es el padre que se irá a vivir a otra parte y cuándo los verá, señalándoles claramente que ellos no son responsables ni de la separación de los padres ni de que uno de ellos se vaya a ir de la casa
  • La explicación sobre los cambios que se están implementando en la nueva rutina familiar y las razones para ello, continuando con condiciones de horario y rutinas estables, consistentes y predecibles, pues los niños necesitan saber dónde van a estar y quién los va a cuidar para sentir un nivel mínimo de estabilidad y seguridad.
  • La evitación de peleas ante ellos u hostilidad con el ex cónyuge, buscando una relación que permita encontrar acuerdos en las funciones como padres, sin usarlos para agredirse mutuamente ni ponerlos en el lugar de espías, mensajeros, jueces o espectadores.
  • La evitación de la búsqueda de alivio emocional en ellos para compensar los sentimientos personales de soledad y vacío. Conductas como sobreprotección, impedimento de oportunidades para interactuar con otros niños, frecuencia inusitada de abrazos y besos o dormir con ellos les impiden o dificultan lograr independencia emocional.
  • El estímulo de la manifestación de sus emociones: que pregunten, que lloren si quieren hacerlo, que exterioricen sus sentimientos de dolor, confusión, preocupación, ira. Hay que hablar con ellos al respecto, sin juzgar y comprendiendo y respetando sus sentimientos.
  • La evitación de pedirles que tomen partido a favor o en contra de uno de los padres: los niños los aman a los dos y pueden experimentar conflictos de lealtad y temor a perder el afecto del padre a quien no respalden y sentir así mismo que lo traicionan.
  • El cuidado de no hablar mal o desacreditar al papá o a la mamá, pues el niño necesita una buena imagen de cada uno.
  • La posibilidad y el estímulo de que vean al padre que no vive con ellos: debe continuar el vínculo con relaciones personalizadas y regulares aun cuando no sean cotidianas.
  • El mantenimiento, en lo posible, de la continuidad de residencia y de institución educativa, pues allí han tenido espacios y personas que les han proporcionado seguridad y estabilidad, y en este momento especialmente necesitan, además, el apoyo de sus compañeros y maestros con quienes han establecido vínculos sociales y emocionales.
  • El cumplimiento de las promesas y la recordación de las fechas importantes como los cumpleaños. Ambos padres deben esforzarse porque las visitas sean agradables, permitiendo que los hijos cuenten lo bien que la pasaron con el ex cónyuge.
  • La insistencia en la comunicación permanente y agradable con el padre que se va de la casa.
  • El encuentro de figuras sustitutas (abuelos, tíos, padrinos) que puedan dar apoyo, seguridad emocional y posibilidades de identificación.
Se debe buscar asesoramiento profesional cuando alguno de los hijos manifiesta problemas de alimentación o sueño por más de dos semanas, depresión, negación a recibir la visita del padre que se fue de la casa o si se considera que uno de los padres está actuando perjudicialmente.

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